Cuando un artista del cello como Adolfo Gutierrez Arenas se une al piano ilustrado de Judith Jáuregui, el entendimiento musical es como la chispa capaz de encender una pasión. Así resultó la Op. 102 nº1 de Beethoven o el Adagio y Allegro de Schumann.
Y el fuego llegó cual oración de Bloch y la deliciosa vida judía y la Sonata Op. 38 de Brahms donde ambos fueron uno.
La Meditación de Thäis apagaría tenuemente una velada norteña con calidez primaveral finalizando enero.
Difuntos muy vivos
Hace 1 hora
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